martes, 22 de marzo de 2011

Hamlet (Losing my Religion)

Hamlet es la figura con la que inevitablemente todo el mundo que se encuentra mientras merodea el mundo cultural. Es el personaje más famoso de William Shakespeare, sin contar con Romeo y Julieta, y el más enigmático, porque a pesar de que ha sido analizado y diseccionado hasta la saciedad, siempre le queda un resquicio de misterio que lo vuelve fascinante.

Yo lo conocí por influencia familiar, por un libro olvidado de portada atrayente, que alguna vez leí en la casa de mi abuelita sin entenderlo porque era muy niña. Luego volví a encontrármelo en la secundaria, cuando me dediqué a leer Shakespeare por Ricardo III y lo utilicé como tema de un ensayo.

En estos días ha estado rondando mis pensamientos por el documental que escuché el otro día, así como la relación que le inventé con la canción de R.E.M. y es que Hamlet es tan amplio que uno puede verse y ver lo que quiera en aquel personaje. Recuerdo que mientras estaba en la secundaria sentía que mis instintos maternales se identificaban con él como víctima, con el deseo de protegerlo. Pero ahora, y después de tantas cosas que han pasado, he superado esa etapa y ahora lo veo como alguien con un propósito y que medita cada acción antes de hacerla. Por eso el merece mi admiración como alguien que se sobrepone a las dudas y sentimientos, pero que finalmente actúa fríamente para cumplir con su cometido, excepto por Polonio.

Tal vez esa es la relación que le veo con la canción, ya que siempre que la escucho me hace imaginar la escena del convento con Ofelia, donde él trata de dominarse para decir cuidadosamente lo que quiere, aunque al final este razonamiento le traiciona y no puede contenerse. Pero definitivamente ese es el atractivo de este personaje, a quien a cada día puede surgir una nueva teoría para explicar su comportamiento y encontrarlo reflejado en nuestras modernas actitudes, así como en el pasado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario