martes, 22 de marzo de 2011

Enrique VIII

Lamentablemente este es uno de los reyes más reconocidos de la historia inglesa, no por sus buenas obras, sino por sus 6 esposas y por su apariencia física. Dentro de mi pequeña planificación “dantesca” él representa el pecado de la lujuria, ya que muchas de las acciones de su vida se centraron en la satisfacción de sus deseos sexuales.

Primeramente no estaba destinado para gobernar, por lo que recibió una educación deficiente y se libró de las presiones de su padre. Pero al morir su hermano mayor Arturo, el joven Enrique heredó la corona y la esposa destinadas a éste. A pesar de la diferencia de edad con la princesa española Catalina de Aragón, llegaron a intimar, sin conseguir un heredero.

Luego de 20 años Enrique desesperado se fijó en Ana Bolena, quien además de ser bella, debió ser inteligente para imponerle la idea de liberarse de Roma. Se casó y la hizo reina, pero como ella no le dio el heredero deseado la desechó cruelmente. Luego se casó con Jane Seymour, que le dio su heredero, pero murió en el parto, por lo que se desposó enseguida con la princesa Ana de Cleves, a quien rechazó por considerarla fea. Luego intentó con Catalina Howard que lo traicionó para finalmente quedarse con Catalina Parr, quien lo acompañaría en los últimos días de su vida.

Tuvo a su disposición las mejores mentes de la época: Wolsley, Moro y Cromwell pero a todos los sacrificó por dar primacía a su libido. Finalmente al mostrarse como un hombre abusivo y cruel con sus esposas, pudo haber sido quien disuadió a su hija Elizabeth I, de la idea del matrimonio, que como todos sabemos, resultó la mejor opción para ella y para su pueblo.

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