Este día se recuerda el martirio de Santo Tomás Becket. Si bien es uno personajes desconocidos de la historia de Inglaterra, se debe recordarlo por su importancia en la lucha contra el despotismo real. Becket no era noble, pero provenía de una de las familias más ricas del Londres Medieval. Su educación envidiable fue complementada por su “street smart” por su tradición de mercader.
Su inteligencia lo destacó ante el Arzobispo de Canterbury, quien lo puso en contacto con el joven rey de Inglaterra Enrique II. Por tener casi la misma edad y los caracteres opuestos se llevaron muy bien y Becket se convirtió en el favorito del Rey. Pero las tensiones del gobierno diario pusieron presión en esta amistad, además que Beckett estaba empezando a desarrollar sus propias ideas. Ambos se vieron enfrentados cuando Becket se convirtió en obispo de Canterbury y se opuso a la supremacía real en los asuntos eclesiásticos.
La disputa duró años, y Thomas vivió en el exilio, mientras sus aliados perdieron sus propiedades. Una aparente tregua pareció terminar la lucha, pero Becket no perdonó a sus enemigos como el Rey lo hizo. Enrique se quejó ante los nobles y 4 de ellos decidieron asesinar al arzobispo. Lo asesinaron cruelmente en la abadía, y a través de este martirio lo volvieron un santo. Cuando prepararon su cuerpo para el entierro, descubrieron su penitencia personal: el cilicio (hair-shirt). Desde el punto de vista moderno, se puede considerar perdida a su causa porque al final la reforma protestante terminó imponiéndose, pero su santuario fue venerado por cientos de años y sus asesinos fueron los primeros en arrepentirse. Su integridad y rebeldía lo hacen admirable, así como su humildad en el sacrificio personal.
Su inteligencia lo destacó ante el Arzobispo de Canterbury, quien lo puso en contacto con el joven rey de Inglaterra Enrique II. Por tener casi la misma edad y los caracteres opuestos se llevaron muy bien y Becket se convirtió en el favorito del Rey. Pero las tensiones del gobierno diario pusieron presión en esta amistad, además que Beckett estaba empezando a desarrollar sus propias ideas. Ambos se vieron enfrentados cuando Becket se convirtió en obispo de Canterbury y se opuso a la supremacía real en los asuntos eclesiásticos.
La disputa duró años, y Thomas vivió en el exilio, mientras sus aliados perdieron sus propiedades. Una aparente tregua pareció terminar la lucha, pero Becket no perdonó a sus enemigos como el Rey lo hizo. Enrique se quejó ante los nobles y 4 de ellos decidieron asesinar al arzobispo. Lo asesinaron cruelmente en la abadía, y a través de este martirio lo volvieron un santo. Cuando prepararon su cuerpo para el entierro, descubrieron su penitencia personal: el cilicio (hair-shirt). Desde el punto de vista moderno, se puede considerar perdida a su causa porque al final la reforma protestante terminó imponiéndose, pero su santuario fue venerado por cientos de años y sus asesinos fueron los primeros en arrepentirse. Su integridad y rebeldía lo hacen admirable, así como su humildad en el sacrificio personal.
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