En estos días y a propósito de Lady Gaga, han resurgido los debates sobre si la música popular se ha vuelto demasiado sensual/erótica y hasta sadomasoquista y por ende inapropiada para los menores de edad. En esta época de hedonismo contante, donde la objetivización de la mujer se ha impuesto y el sentido de la “moral” y la “decencia” han decaído, vale la pena preguntarse si se ha llegado a un extremo pernicioso.
Por un lado hay quienes afirman que estos videos musicales incentivan a una sexualidad peligrosa y agresiva, que glamuriza conductas incorrectas e incentivan la precocidad de los adolescentes influenciables. Los defensores de estas tendencias, por su parte, afirman que son positivas ya que muestran una imagen de la mujer segura, en control de su cuerpo y capaz de imponer sus términos.
En realidad aunque suene cobarde, estoy de acuerdo con ambas tendencias parcialmente. Por un lado reconozco que algunos de estos videos son crudamente explícitos y que exageran en su intento de sorprender a la audiencia. Pero también considero que, dado que las mujeres no nacimos con la confianza natural que poseen los hombres por las circunstancias culturales, debemos utilizar los recursos a nuestro alcance para sentirnos seguras.
Debemos empezar a pensar en nuestra ropa como una armadura que nos permite estar preparadas para enfrentar los problemas de nuestras vidas diarias, sin perder nuestra femineidad, ya que la confianza es mejor cuando se emana sin ser exageradamente obvia.
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